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No elegimos nuestro nacimiento, alguien más decide cuando venimos a este mundo, y si vamos a sobrevivir, incluso define nuestro nombre, nos entrega un pasado y una expectativa del futuro.
Después de un tiempo, nos tenemos a nosotros mismos para definir nuestra propia existencia, nos damos cuenta que estamos tan solos como lo hayamos decidido, y que al final todos inventamos nuestra propia historia improvisando de la mejor manera frente a la vida dramática y abierta, en la que nos puede pasar de todo y podemos hacer que pase de todo.
El libre albedrio se convierte en nuestro más inalienable derecho, y vamos creando pequeños mundos con nuestras acciones.
María ha llenado mis oídos por las noches, por las mañanas, la he dejado meterse en mi cuerpo y erizarme la piel. He pensado pocas veces en mi muerte, y muchas menos en mi nacimiento.
Solo deseo que mis buenas acciones de vida sean premiadas con la elección de mi muerte, la cual dulcemente espero me tienda su mano en una edad antigua, con mi ojos reposando en un atardecer, con una copa de vino en la mano y La Divina llenándome por dentro con su hermosa voz.